miércoles, 15 de octubre de 2008

MÚSICA INMORAL

              ¡Chale, pinche frio! Y me falta un buen para llegar a mí chante. Esta de la chingada salir así, nomás, de putazo al pinche frío. Cuicos ojetes, llegan bien gandayas a clausurar nomas de sus tanates, se me hace que el patrón no se quiso mochar. Pero que webos de los tiras de sacarnos así, bien vale madres. ¡Como estuviéramos! ¡Va parejo! Los pinches borrachos, como están bien alcoholes les vale madre el frio. Pero las pobres viejas; se veían chistosas apretando los dientes, y es que neta la lycra no quita el frio ni a mentadas de madre, y menos en esos pinches vestiditos que parece que se los guardan en el monedero. Y luego la pinche placa pasada de chorizo; no les dieron chance ni de vestirse a las pobres viejas, cerdos ojetes.
Me caga tener que venir a pincel con este puto frio; ni modo que dejara a la Marlene irse así nomás. Pobre de mí jaina, valió madre que se hiciera un chingo de fichas, ni tiempo les dieron de cobrar. Ojala el varo que le di le haya alcanzado pal taxi, era todo lo que tenía. El pedo es que va a decir cuando llegue a su casa vestida así, ni su ropa pudo sacar. Que mal pedo.
¡Cabrón! Siento como si me cortaran las yemas de los dedos con navajas de rasurar. Por eso siempre me descaliento un rato dentro bar antes de largarme; esta cabrón salir al frio de madrazo después de tocar toda la noche. Lo bueno que ya mero llego a mi chante.
Chido, por fin llegue. Vamos pa’ dentro y a jetear.
Pinche ruco vale verga. No pudo ni pintar la puta puerta. Ni una pinche lijada para que no astille las manos. Ni modo, me tendré que dar mañana mi hornazo con thiner, si no la pinto se va a pudrir la madera.
Me duele todo el cuerpo, como si me hubieran trepado a la patrulla los cuicos pa’ darme mis macanazos. ¿Qué hago? Cabrón ¿Qué hago? Hasta el sueño se me va de ver mi chante así. Le quisiera parar bien chida su casa a mi jefa. ¿Pero con qué? ¡Y luego! ¿Cómo le hago con mi flaca? Por lo menos cambie la puerta, la otra ya parecía corcho.
Siento como si mi casita se nos fuera a caer, como si los clavos fueran más guangos e irreales que las putas ilusiones. Quisiera que las tablas fueran tabiques, que los hules fueran puertas, que mi jefa tuviera un güey que la ayudara, que sirviera de algo. Pinche ruco bueno pa’ nada.
¡Puta madre! Ahí está ese güey, como tiene la conciencia peor que la mía no duerme el viejo ojete. Ojalá no venga a joder. Su pinche tufo a maicena y siete machos lo anuncia desde lejos. Y luego este pinche sillón que ya huele a podrido, está más deforme de la nariz de ese cabrón. Aquí no se descansa ni madres, pero ni así me puedo parar, estoy muy madreado.
Neta lo mando a la verga si me dice:
- ¿Ya llegaste de tocar con tus pinches amigos marihuanos? Búscate un trabajo vago inútil.
¡Lo hizo! Perro mamador.
- ¡Güey! Toco en un bar. ¡Trabajo! No como tú, pinche vato mantenido.
¿Bar? Solo el patrón y yo le decimos bar a esa madre. Pinche receta de brujas. Échese en un cazo pa’ carnitas unos pelos de sobaco rancio, madera podrida, desinfectante de sanatorio, miados de borracho, vómito, y un leve toque de perfume de cincuenta varos. Todo eso sazonado lentamente con el fuego del infierno, neta que si lo meto en una botellita y lo vendo me hago millonario. “Las glorias de La Minerva número cinco”. ¿Qué pedo? Ya me malviaje.
Ese olor no se me va a olvidar en toda mi perra vida. Y luego tanto pinche humo de cigarro cuando va yo ni fumo.
- ¿Felpas, ya puso el patrón máquina de niebla?
- ¡Mamador! Mejor tócale que el patrón se pone roñoso. Y güey, dice tu jaina que le toques ya sabes cuál.
- ¿Felpas, se las sirves rebajadas a la flaca, de bandas?
- No hay pedo, sus clientes están bien briagos. Sirve que les meto unas de más en su cuenta y chupamos nosotros también. Tu aguanta.
- Pues como vas.
Chale, pinches gordas, se ven de la verga con sus vestiditos de lycra que se les trepan a media nalga. Pero eso si, como la goza la banda. ¡Nereidas de a cartoncito de cheve! ¡Baaaaaaaailamela suavecita! Mira si nena gózame…
¡Cómo va! Veinte varos por rola pal conjunto, cinco varos pa’ la dama por baile… Y ahora si mi maistro. ¡Agasájese ese a bulto de naranjas chinas que la morra trae en vez culo! El albañil de cincuenta kilos con la fichera de noventa; me acuerdo de una película pacheca del Mickey mouse. Estaba bien morrito cuando el difunto me llevo a verla al cine, casi ni me acuerdo, pero creo que un lagarto bailaba con una hipopótama.
Mi Marlene es la única que se varil vestida así. Neta ya no quiero verla fichando. ¿Pero qué hago? Cabrón ¿Qué hago? Neta no quiero dejar a mi jefa sola con este ojete. Se me hace que no la madrea porque sabe que si toca a le parto su madre al güey.
¿Y si me traigo a la flaca? Chale, a duras penas cabemos aquí los tres. ¿Y su morrito? No pues ya salió pior.
¿Neta no se darán color en su casa de que la rola mi jaina? Pinche familita. Empezando por el gañote de mi cuñado. Llega bien culón al bar a gorrear chelas con su pinche carita de invitan o voy de chiva con mi jefa. Otra que vale verga la pinche vieja gorrona y quejumbrosa.
- Ay joven, imagínese usted, yo enferma, – puta vieja larga, sí parece toro – las medicinas salen muy caras, y luego el bebé que necesita tantas cosas. ¿En qué trabaja usted joven?
Pobre de mí flaca, se le abrieron los ojos como si la saliva se le hubiera vuelto una piedra bien concha.
- Toco en fiestas con un conjunto señora – Me le quedo viendo a mi vieja como diciéndole: no aprietes.
- Si mamá, lo conocí en unos quince años.
Mi suegro es banda. Ni se mete, y si habla siempre es en buen pedo.
- Muchacho ¿Sabes hacer de comer? Porque esta mujer, el día que quiso hacer arroz apesto a ajo toda la casa.
Y pensé: Uta… ni pedo, tragare como japonés.
¡Madres! Maicena y siete machos. Me cortas el viaje perro. No hay pedo, ven, que no estoy pa’ soportarte.
- Hey tu, vago, vino a buscarte la niña esa bonita, la que se viste como en velorio, la del cochecito gris.
En buen pedo Chuchito, neta que te lo pido con fe, no dejes que este vato me encuentre, si me encuentra le parto su madre y nomas voy inquietar a mi pobre jefa.
¡Güey!… neta, la Morgana. Chale, si me pasaría ir a tocar con ellos al Df. Pero… ¿La chamba? ¿Mi jefa? ¿La flaca? También la banda de las tocadas ya me castra. Se dicen de gente de mente abierta, progresistas, tolerantes, luchadores sociales, anarquistas como todo punk, pero me tiran mierda en las tocadas porque toco cumbias en una cantina. ¡Cabrón, tengo que tragar, tengo que ayudar a mi jefa!
- Esa muchacha que se ve de buena familia. ¿Qué le ve a un pinche vago como tú?
- Es mi alumna perro, le enseño a tocar la guitarra. Y ya bájale de webos que aquí también doy varo.
Chido, ya se va, a ver si mañana no caga el palo con mi jefa. Hoy no tuvo muchas ganas de chingar, gracias chuchito. Mejor me clavo a mi cuarto.
Pinche hule feo, si me traigo a la Marlene lo cambio por una puerta de triplay, aunque no sea maciza pero que tape. ¿Lo qué no sé es cómo vamos a tapar el ruido de la cogedera?
Tengo más cansancio que sueño. Mi cerebro anda en quinta con tantos pedos, y mi cuerpo anda en segunda por la madriza. ¿Qué hago? Lo bueno que los cuicos no me bajaron mi discman. ¿Qué hago? Cabrón ¿Qué hago?
Puedes tomar un avión,
nave espacial o camión.
Puedes ver mucha televisión
para escaparte de aquí
mas por muy lejos que tu vallas,
nunca podrás escapar de ti
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz(Fragmento de la canción
“Puedes”, de Rockdrigo
Gonzales)

Bloqueo de Escritor


- ¿Bueno?
- Hola maese Gerardo ¿Cómo estamos?
- Ah, Frank ¿Cómo estás?
- Esperando tu cuento compadre, pensé que lo tendría hoy en mi escritorio.
- Tienes razón, perdóname se me fue el avión.
- No chingues, acuérdate, estas bajo contrato.
- No te preocupes, yo te lo mando a tu mail a tiempo.
- Tenía que ser hoy, pero no hay problema, si mañana lo tengo al abrir mi correo lo paso como este y ya la hicimos
- Si, te lo agradecería.
- Quisiste suplir a la leyenda. Llenar el hueco de esta señora no es hacer enchiladas. Vas a tener un problemón si nos vemos obligados a sacar la contraportada sin tu cuento.
- Ok, ok, mañana lo tienes en tu mail.
- Eso espero compadre.
- Ok, bye.

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- Tengo la cabeza seca. ¡Coño! Maldito teléfono.
- ¡¿Bueno?!
- Hola, soy yo ¿Cómo estás?
- Ah… perdón, estoy de la chingada. Tengo que entregar cinco cuartillas para mañana y nada se me ocurre. ¿Qué paso? ¿Cómo estás?
- Pues tú dime. ¿Cómo ves que nuestra hija le rompió la nariz a un niño en la escuela?
- ¿Qué hizo qué?
- Lo que oíste. En la escuela. Un niño se burló de ella por tener dos mamás… ¡Y deberías haber oído a tu hijita!
- Me pare como me enseño papá y le dije al mocoso idiota: “no tengo dos mamás, tengo tres, y un papá que me enseño a boxear. Y le sorraje un jab en su mera narizota”. ¿Un jab? Gerardo, bonitas cosas le enseñas a tu hija.
- ¡Pinche escuintle! Estuvo bien.
- ¡Por Dios! ¡Con razón tú y la otra mensa se llevan tan bien! Aquí estaba hace rato, bien feliz peguntándole a Jimena como le había pegado al chamaco. ¡Cómo si fuera gracia! ¡Tanto que críticas a tu familia por peleoneros y mírate, enseñándole a boxear a tu hija!
- Tiene que defenderse
- El director quiere vernos a los dos.
- Andrea…
- ¿Andrea qué?
- ¿Que no sabe el director que…? Digo ¿No sabe?
- Sí sabe, el problema no es “ese”. Me dijo que no piensa admitirla si no hablamos los dos con él. “Los dos” ¿Por qué? No me preguntes.
- Es que… tengo de trabajo que... Ni siquiera es tanto pero… ¿Cómo voy a ir hasta Jalapa a ver al director por una bronca de chamacos? Tengo que preparar exámenes. ¡Dios! Y luego este asunto de la alumna que asiste embarazada. Un grupo de madres y alumnas se pusieron en su contra, otro grupo la defiende… la escuela es un desmadre.
- Pues Jimena no entra a clases hasta que, repito, “los dos”, hablemos con el director. ¿Cómo esta Paulina?
- Está bien. Les mandaba saludos a las tres.
- Dile que a ver cuándo nos echamos una platicadita. Y le comentas que la niña también le manda saludos.
- Yo le digo. Ahorita no está. Anda con lo de la grilla de su sindicato. Para colmo el líder de su planilla es su ex, y el de la contraparte también. Por cierto, salúdame a Nayeli.
- Cuando regrese. Se fue al súper con la niña.
- Ok… bueno. Veré como le hago para faltar el lunes e ir a Jalapa.
- Está bien. Te esperamos. A Jimenita y a Nayeli les dará gusto verte.
- ¿A ti no?
- Como amigo y padre de mi hija sabes que sí. De eso no tengo queja.
- Lo mismo digo. ¡Ha! Y no les avises que voy, para que sea sorpresa. Nos vemos, cuídate mucho.
- Ok, tú también… adiós.
¡Demonios! Maldita hoja en blanco. ¡Como la detesto!

FIN

domingo, 12 de octubre de 2008

4 X 4


Tengo que hacer un monólogo, y cosa rara en la profesora, sus indicaciones lo ponen a uno a parir cuates: Efraín (arrastrando la i con un tonito de chingas a tu madre madre madre), el monólogo debe ser entretenido, “y sin groserías.”
Aja, si, como no, que fácil entretener a la bola de gañanes, bobos y fresas nacas de mi salón sin decir palabrotas. Los debería de ver en la cantina de doña pelos, bola de hipócritas. Además, no soy cirquero para entretener a nadie. ¡Uy, si, qué fácil es entretener! Como decía el viejo Fekete: “El que quiera entretenerse que se valla al circo.” Pero no soy el entrenador de un equipo mediocre que tiene un pie en la segunda división; solo soy un sufrido alumno que debe entregar una tarea. Solo espero no pasarme por debajo de cierto monumento francés a la real academia.
¡Hetaira madre! No se me ocurre nada. Me hacen falta unas chelas, unas rolas y mi gorda. Neta como la quiero, pero me saca de quicio.
Dado que mi gorda anda medio lejos, y solo tengo una guama y mi IPod, ya sé de qué hablaré.
Recuerdo esa ocasión, un día que lleve a mi vieja a sacar copias. Ese día ocurrió una de mis más vívidas e interiorizadas experiencias con la música (¿Vívidas e interiorizadas? ¡Que mamadas! Pero dijo sin groserías).
Mi gorda estaba conmigo, en mi casa; planeabamos salir. En ese momento recordó que debía hacer un trabajo y me pide la lleve a sacar copias, y aparte teníamos que pasar por su amiga con la que estaba haciendo el trabajo, ya ni flatulencia (si digo pedo le saco a que la profesora se enoje y me repruebe).
Estábamos en pleno centro y a la hora del tráfico que sacaría de quicio al mismísimo Buda. Me estacione frente a una papelería, mi novia y su amiga descendieron del auto y entraron al mencionado negocio. Había mucha gente esperando por copias y otras cosas.
Me estaba chocando de esperar, así que decidí poner música o las noticias; el mugre estéreo de mi nave ya estaba para la basura, ya no reproduce cd’s, pero el radio agarra dos dos.
De repente, de quien sabe dónde y antes de encender el radio, llegaron a mis oídos las notas más sensuales y embelesante que he escuchado en mí vida. ¿Qué es eso? Me pregunté. ¿Qué es esa música? El estéreo no es. ¿De dónde vienen esas notas que le quitarían lo frígida hasta a una monja anciana?
El calor, el ocio, padre de todas las pachequeses, y el humo de tanto camión guajolotero funcionaron mejor que un alucinógeno (léase toque bien ponchado de la mejor hierba, sin varas ni cocos).
¡Hay mamita linda! ¡Danzón dedicado a mí mismo, y a las latas de refresco, cerveza, periódicos viejos, restos de comida, polvo, mochilas y algunas materias indeterminadas que me acompañan! ¡Que limpio esta mi carro verdad de Dios!
¿De dónde demonios viene esa música? ¿Quién es el tipo o la tipa que toca tan bien? Me siento como la niña del exorcista tratando de saber de dónde viene esa música, y no puedo bajarme del carro porque un algún guajolotero podría dejarme como calcomanía.
Es increíble cómo, a través del humo, el ruido de carcachas y de la gente, la música sigue adentrándose en mí subiéndome chido al avión. ¡Agárrate mi reina que te voy a hacer como trompo arriba de un ladrillo y me va a sobrar espacio!
Así mi niña, suavecito. Viene el primer descanso que las damas saquen sus abanicos y los caballeros su peine de carey. Viene el segundo tiempo, mas movidón, cadencioso, intenso, sensual, ca...ramba, que bien toca este tipo, quien quiera que sea.
Mi avión se eleva más y más mientras tarareo la melodía con los ojos cerrados, sintiendo como la música me invade, como bulle dentro de mi cuerpo y mente. Y de repente parece que los gritos, motores, silbidos, todos los ruidos de la calle marcan el compás de 4 x 4 de “Nereidas”.
En lo más elevado de mi viaje puedo ver al “Majarichi”, aquel que nos enseñó a viajar a otros planetas sin nave espacial; puedo verlo como le mueve cadenciosamente la cintura a la tehuana que salía en los billetes viejos de cinco pesos (esos que aun decían american bank note company).
En la barra del tugurio que se dibuja en mi mente, “Cantinflas” le rola un cigarro sin filtro a Jim Morrison mientras Ernest Hemingway les sirve unas chelas. A un lado, Einstein reta a Jesús a una partida de cubilete. En las mesas vivos y muertos conviven y combeben entre el humo de cigarros, licor, música, alcohol, sudor y relajo.
Llega el tercer tiempo, explosivo, libre, el del danzón florido, achilangado, de jalón. El punto culminante después de la meseta que fue el segundo descanso, el punto donde se desborda la relación cuasi carnal y simbiótica entre uno mismo, su pareja y la música.
El relajo sigue a todo lo que da en este sicodélico congal. “Sor Juana” y “Tongolele”, usando una escoba a manera de tubo, compiten alegremente causando el frenesí del respetable. Arriba de una mesa dilucidan quien pone más álgida la libido de la concurrencia con sus movimientos de cadera. Octavio paz no puede disimular su cara de depravación (depravación no es grosería, me cae de madres).
¡Y precisamente ahora! En este momento, cuando el avión donde se montó mi viaje ya le hace una seña obscena al Concord y al trasbordador espacial, mi querida noviecita, mi delicada, graciosa, dulce, y sobretodo inoportuna noviecita, me corta cruelmente el viaje. Su cursi y chillona voz me baja del avión.
- Ya mi amor, mi amiga se queda aquí, ahora si vamos a donde quieras, y me hace un guiño de ojo como apelando a que mi libido conciba negras intenciones.
La miro, sonrío con una sonrisa que envidarían el mismísimo Vincent Prize, y en lugar de pensar en algún donde dar rienda suelta a mi lascivia, me digo a mi mismo: ¿Qué tan lejos queda el puente de la autopista?

FIN

viernes, 10 de octubre de 2008

"El gol de tu vida"


 - ¿Compañera, me cubres?
- ¡Claro que si Profe Gerardo!
- Mira, aquí están los exámenes, solo es cosa de aplicarlos y cuidarlos mientras los contestan. Ya ves como son de mañosos.
- No hay problema compañero, a mis años está difícil que me vean la cara estos chamacos.
- Por eso te pedí el favor, si le digo al director que los cuide el promedio me sube dos puntos, el pobre señor cree que a los 15 años aún son niños.
- ¿Y Porque la prisa Profe Gerardo?
- Mi nena, llega hoy, me la manda su mama de Jalapa.
- ¡Ah! Vas por ella.
- No, va mi esposa, ella la va a esperar a la terminal, como le tocaron vacaciones. Pero quiero llegar temprano a la casa.
- Ya ha de estar bien grandota
- ¿Eh?
- Tu hija.
- ¡Ah sí! Hermosa, y aterradoramente grande e inteligente. Nos vemos compañera
- Vete con calma, vas muy apurado
- Gracias, no te preocupes. Ahí te devuelvo el favor en cuanto se pueda.
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- ¡Dios! ¡Qué tráfico! ¿Si, Bueno?
- ¿Gordo, donde estás?
- En el trafico chaparra. Dame otra media hora. ¿Y mija?
- Está en la cocina, le serví cereal, pero ni lo ha tocado, algo le pasa, no quiere hablar.
- ¿Cómo? ¿Qué le pasa?
- Tranquilo gordo, no está triste, creo que más bien tiene una “crisis existencial”.
- ¿Crisis existencial a los diez años? No inventes Rocío.
- Ya la conoces. Acuérdate en que bretes te mete con sus preguntas. Es una Mafalda, solo que con síndrome de niño hiperactivo.
- ¡Ay chaparra! Bueno, ya mero llego.
- Ok, te esperamos amor
- Ok.
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- ¡Chaparra, ya vine!
- Hola señor de la casa.
- ¿Todo bien? ¡Qué guapa!
- Si Gordo, todo bien… Ya, ya. ¡Te dije que ya! Al rato “platicamos”. Voy al súper. La nena está en la cocina, sigue viendo la tele y no ha tocado el cereal.
- ¿El cereal de pasitas?
- Si… el de pasitas.
- Entonces es grave.
- Supongo. Le puse  ESPN, va a jugar, ay… ¿El Manchester? ¿Son unos de rojo?
- Sí.
- Pues le cambió a las caricaturas… ¡Si! No pongas esa cara de menso, ve a hablar con ella.
- Está bien amor. ¡Ah! Ten dinero, ya sabes lo que le gusta, a ver si eso comemos.
- Si ya se. “Ándele señor padre”. Su deber lo espera.
- Si, búrlate.
- No tardo. ¿Gordo?
- ¿Qué paso?
- Ánimo
- Ok. Pero primero ven…
- No señor, ya te dije que después “platicamos”. Ya me voy
- No tardes chaparra.
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- Hola ¿Cómo está mi campeona?
- Hola papá.
- ¿Hola papá? ¿Me vas a dejar así? Con los brazos extendidos.
- ¡Papi! Te extrañaba.
- Yo también te extrañaba. ¡Campeona como pesas! Ya Jimena, siéntate. ¿No vas a comer?
- No tengo hambre.
- ¿Quieres Leche?
- ¿Coca?
- Jimena
- ¿Un vasito?... ¿Papi?
- Pero no le digamos a Rocío. ¿Ok?
- ¡Ay si! Todo le dice a mi mamá.
- Ándale, tómatela antes que venga la soplona.
- Jajajajajaja. ¡Está rica! Mama dice que Rocío te quiere mucho, que te ha cuidado bien.
- A, ok.
- ¿Papá? ¿Mi abuelito era buen jugador?
- Supongo que si, fue profesional, tuvo que haber sido buen jugador.
- ¿Te sentiste mal cuando viste no serías bueno para el fútbol?
- Tu abuelo no dejo que eso pasara.
- Yo quisiera jugar tan bien como dicen que jugaba mi abuelo.
- Pues si quieres lo puedes lograr. Tienes que entrenar mucho, ser disciplinada, buena estudiante, lo que siempre te he dicho.
- Mi entrenador dice que no tengo técnica, que no voy a ser buena jugadora.
- Hija, mira… Todo en esta vida tiene una técnica. Y aunque no lo es todo, te ayuda mucho. ¿Porque te dijo eso tu entrenador?
- Ah, es que metí un gol y…
- ¡Espera! ¿Metiste un gol y te dijo que no serás buena jugadora?
- Es que le pegue con la punta. ¡Papá! ¡Fue un rebote! ¡Estaba afuera del área! ¡Solo vi el balón! ¡Estábamos perdiendo! ¡Me acuerdo pateé el balón con todas mis ganas y cerré mis ojos! ¡Luego los abrí! ¡Y todas mis compañeras me abrazaron! ¡Fue gol papá, fue gol! ¡Si no metía el gol perdíamos! Y luego el profesor me dijo que le había pegado mal. Que tenía que ser con el empeine, que fue chiripada, un punterazo todo chueco. Que sin técnica nunca seré buena jugadora y… ¿Papá?
- Hija…dame un segundo
- ¿Qué tienes? Te pusiste rojo
- Olvídalo... bueno, ok… A tu abuelo le gustaba mucho contarme una historia, sobre un partido que él vio, y le gustaba mucho recordarlo.
- ¿Quiénes juagaban?
- Como en los cuentos. Hace mucho, pero mucho tiempo, en 1966, el mundial fue en Inglaterra. Y hubo un partido en especial, Italia contra Corea del Norte.
- Golearon los italianos
- No, de hecho Corea gano uno a cero.
- ¡No… inventes!
- Si hija, como si los Delfines de Jalapa de la tercera división le ganaran al Manchester.
- ¡Uy!
- Albertosi, Facchetti, Rosato, Boninsega, Luigi Riva, Mazzola… no sé cuantos más, tú abuelo se sabía toda la alineación incluida la banca, y me decía: leyendas hijo, puras leyendas. Nena, los italianos son muy técnicos, pero como me dijo tu abuelo, la técnica no lo es todo. Ese día los italianos dejaron el corazón y el respeto en el vestidor, los coreanos no hicieron eso, respetaron a Italia pero sin tenerles miedo, llevaban el corazón lleno de amor por su patria y por el juego. El delantero coreano hizo un quiebre que dejó viendo visiones a los dos centrales de Italia, cruzo al portero y todo el estadio quedo en silencio, todos con la boca abierta, y varios segundos después el público se volvió loco mientras los coreanos se abrazaban llorando.
- ¡Qué padre!
- Cuando yo tenía tu edad me empecé dar cuenta que no sería bueno para el fútbol, pero tu abuelo siempre iba a mis partidos, y siempre me decía que le echara ganas y me aplaudía, aunque yo fuera un maleta.
- Jajajajajajaja
- Si hija ¿Qué le íbamos a hacer? El fútbol no se me dio… un día el portero contrario iba a despejar y fui a estorbarle. ¡Ah sí! A estorbar, porque solo para eso servía, para estorbar. El portero despejo y me dio santo balonazo en la cara, me dejo la nariz rota y toda la cara llena de tierra. ¡Pero fue gol! Reboto en mi cara y se metió a la portería. Si, ríete, eso solo puede dar risa hija. Pero a mí me dio mucha pena. Cuando el partido termino yo no quería ver a tu abuelo, él se me acerco y me dijo, casi me grito: ¿Qué? ¿No fue gol? Y luego me hablo más despacio, se agacho y me tomo del hombro: Hijo, los goles se meten con el corazón y con otras dos cosas, y no son los pies. Que te valga como metes un gol mientras sea legal y sea gol.
- ¿Y viste jugar a mi abuelo?
- Cuando ya tenía años de retirado. Me llevaba a sus partidos de veteranos. Jugaba con su banda… sus cuates con los que jugo de niño, en el llano, cambiándose debajo de un árbol, en potreros llenos de hoyos; caca de vaca, llenos de piedras y unos cuantos lunares de pasto. Pero tu abuelo no hubiera cambiado eso por el vestidor del azteca. Ya corría muy poco, tenía una gran panza.
- Jajajajajajajajajaja
- Pero un viejo jugador nunca deja de tocar bien el balón, y si le daban espacio no fallaba un pase. ¡Y volvió a ser campeón! Atlético Colonia del Cerro categoría masters, o sea mayores de 45 años. ¡Ah! Y fue en tiempo de compensación con un gol de tu abuelo. El portero del otro equipo era un señor igual de gordito. Fue un contragolpe, un defensa salió a romper poco antes de media cancha, tu abuelo venia regresando, el balón quedo dividido entre el portero y tu abuelo, era un balón por alto; y ahí ves a los dos gorditos corriendo como podían para ganar el balón, tu abuelo se adelantó, y antes de chocar con el portero le dio al balón, de aire … pero con la panza.
- ¿Su panza?
- Si mija, una mucho más grande que la de tu papá. Y que chocan los dos gorditos… y van para el suelo. Pero el balón entro, y tu abuelo fue campeón por última vez en su vida. Nunca vi tan feliz a mi papa, decía tu abuela que ni las veces que fue campeón en la primera división lo vio tan feliz. Reía como nunca, como nunca lo vi reír en su vida, corría y corría como si los kilos y los años nunca se le hubieran acumulado tanto, le dio la vuelta al campo mientras abrazaba a todo mundo. Ya casi de noche pusieron lonas, mesas y sillas e hicieron una fiesta en plena calle., salían montones de cerveza y comida de quien sabe dónde. Había una consola que tocaba la música que le gustaba a mi papa y sus amigos.
- ¿Una consola papá?
- Un aparato, muy grandote, en el tocaban esos disco de plástico como lo que tengo de adorno en mi estudio.
- Ah
- Bueno, un señor ya muy ebrio tomo un micrófono y se echó un discurso que daba flojera, solo le hacia la barba a tu abuelo. Él muy incómodo solo saludaba levantando las dos manos como político. Varias veces nos dijo a mí y a tu abuela: ojala ya se calle este idiota. Pero el señor de repente le pidió a tu abuelo que dijera unas palabras. Y tu abuelo que no era de hablar en público no le quedo de otra mas que tomar el micrófono y hablar.
- ¿Y qué dijo?
- Al pasarle el micrófono le pusieron el trofeo enfrente. Primero no sabía que decir. Daba las gracias, saludaba a sus amigos; pero se quedó mirando el trofeo, sin decir nada. De pronto empezó a hablar, como nunca lo oí, como nunca lo volví a oír hablar en su vida. Le pregunto a la gente si recordaban el gol que le metió al Cruz Azul, no recuerdo si dijo en el 73 o el 74; les recordó la jugada, cómo le hizo un tunel a Quintano y cruzo de zurda a Marín. Y dijo que ese gol le valía madre
- ¡Papá!
- Tu abuelo nunca hablaba así. Y dijo: este trofeo es el que más gusto me da haber ganado. Porque lo vio mi hijo, porque lo gane jugando con mi barrio, con mi banda. Porque no importa todo el dinero que ganes, lo que importa es cuando el corazón se te llena, cuando los que quieres te recordaran como un campeón, cuando tu gente te recordara como un campeón. Creo que ya no sabía que decir, levanto el trofeo y todo mundo aplaudía, echaba porras… Arnulfo, Arnulfo ra ra ra…
- Y mi abuelo estaba llorando.
- Si ¿Cómo lo sabes?
- Porque estás llorando.
- Jimena, imagina a un montón de niños como tu halla en Corea del Norte. Empieza a llover y ya no pueden echar su cascara. Desconsolados, bajo un árbol, ven caer las gotas de agua, en eso, uno de ellos recuerda al viejo Pak, y todos corren bajo la lluvia a oír, una vez más, a ese anciano contarles como le metió un gol a Italia, y se los cuenta con tanta emoción y tanto amor que nunca se cansan de escuchar la misma historia una y otra vez, y siempre la querrán escuchar. ¿Y sabes porque mi amor?
- No sé, pero dime papá.
- Porque tu abuelo no metió ese gol o cualquier otro con técnica, ni fue campeón con técnica, y porque los coreanos no ganaron con técnica. Ganaron con el corazón. Hija, si quieres llegar a una Olimpiada, a un mundial, o que una universidad gringa te ofrezca una beca, solo lo lograras entrenado mucho y teniendo buena técnica. Pero el gol de tu vida, el gol “de tu vida”, ese solo lo meterás con el corazón hija. Ven, quiero darte un abrazo.
- Te quiero mucho papá
- ¡Hola! ¡Hola! Ya llegue. ¡Qué bonita escena! Nena abrázame a mí también.
- ¿Qué vamos a comer señora de la casa?
- Pues si me ayudan a prepararla… lasaña
- ¡Si! ¡Bravo Chío!
- ¿Ya ves mi amor? Te dije que todo estaba bien con mi campeona. ¿En qué te ayudamos?


FIN