viernes, 30 de diciembre de 2011

GOLDIE

(Por fin termine este cuento 20/07/2013)
Esa noche solo vestía una delgada playera, pero a pesar del frío mi paso a lo John Wayne seguía siendo firme. Mientras masticaba la bacha no sabía si el espulgado a conciencia de todas las varas y cocos era lo que me hacía no perder el paso, o si por el contrario, ese churro tan excelsamente espulgado y ponchado con la pericia de un torcedor habanero, hacía que caminara como un vil pendejo. Tal vez la calidad del material que se volvía humo en mi cabeza hacia que no notara como caminaba realmente. Fuera cual fuere el motivo, con mi real o alucinada seguridad seguí caminando.
Abrí las puertas batientes del Coronitas de una patada, no recordaba tener tanta elasticidad, la cosa es que las puertas por poco me golpean la cara. Goldie estaba ahí. ¿Goldie? ¿Quién madres le puso ese apodo? ¿Otra rubia como ella? Es obvio que es apodo.
El incidente con las puertas hizo reír a los imbéciles presentes, lo que me dio el tiempo necesario para escanear la situación y a mi damisela en apuros. Tenía puestas unas zapatillas color de rosa, con unos tacones tan altos y puntiagudos que fácilmente las podría usar para atravesar cualquier corazón. Unas pantorrillas macizas, fuertes, que no desentonaban con las monumentales piernas que sostenían al trastero más glorioso en la historia de la humanidad. Su cintura parecía desaparecer a los costados de ese monumental trasero, y donde la espalda comenzaba a perder su decente nombre; justo ahí, se abría su corto y entallado vestido de satín negro, dejando al descubierto su espalda y dos suaves y firmes brazos con los que intentaba librarse del gañan que la tenía cautiva, el cual intentaba tocar sus perfectos senos.
El lugar era estrecho, como un estrecho y mal oliente agujero de rata. Solo había poco más de metro y medio entre la sucia y apolillada barra y la pared llena de grafitis y escupitajos. Al terminar la barra había un espacio algo más grande donde el enorme y sucio gañan intentaba manosear a Goldie. ¡Dios! ¡Como odiaba ese apodo! Lo odiaba tanto como amaba su trasero y sus grandes y brillantes ojos de lapislázuli.
Las mesas y las sillas apenas dejaban espacio para pasar, del techo colgaban montones de cds con estúpidas calcomanías o mensajes escritos por los clientes y que apenas se leían por el excremento de mosca. También colgaban algunos peluches y en la pared había viejos posters de futbol. Parecía una peluquería de ancianos gay, pero el mohoso y sucio mobiliario, los olores agrio, orines y marihuana, te dejaba bien claro dónde estabas.
El primero de mis oponentes hizo su movimiento, muy predecible, incline mi cabeza para estrellar mi frente en su nariz, la que ya iba sangrando cuando estampe su cráneo en la pared; el segundo tomo una botella y dio una zancada hacia a mí, pateé un banco que estaba al lado de la barra hacia sus pies, la fuerza de su caída se complementó con la de mi pie en su sucia cara de rana, su gorra de rastafari salió volando a la altura de mi cara, la hubiera conservado de no haber estado tan mugrosa.
Ya estaba casi al final de la barra, tome una caguama medio llena para estrellarla en cabeza de Jabba the Hutt y librar a mi rubia beldad de su grotesco captor, no fue necesario, al sentir el golpe este simplemente la soltó. Tome a Goldie por la muñeca, dimos unos pasos atrás, tome la chamarra del tipo que con el que momentos antes había añadido más ADN a la pared, la puse sobre los desnudos hombros de Glodie pero sin perder de vista al imbécil que nos miraba con odio y la cabeza rota desde el fondo del bar. Goldie y yo salimos corriendo de ahí. El barman, todo el tiempo, no hizo más que secar vasos como si nada pasara.
Ya en la calle nos alejábamos rápidamente, Goldie apenas si podía avanzar por sus altos tacones, estaba cansada, su muñeca cada vez pesaba más y parecía que iba a soltarse de mi mano como si colgara de un precipicio, estaba tan cansada que su boca se movía sin emitir sonido alguno. En ese momento un motociclista que estaba varios metros delante de nosotros acelero con intención de echarnos su enorme maquina encima. Del suelo tome una botella y la lancé contra el conductor que se nos abalanzaba. Se rompió la mica del frente del casco y el tipo cayo, su moto derrapo varios metros quedando ante mí. Mientras trataba de levantar la pesada máquina, a los lejos vi a varios sujetos correr hacia nosotros, no tuve tiempo de comprobar quienes eran; solo atine a leer en los labios de la desfalleciente Goldie la palaba “arranca”, ni siquiera note como se había montado en la parte de atrás de la maciza moto. Era una maquina potente que al arrancar por poco nos tira, nos alejamos rápidamente de una multitud que parecía correr como el demonio.
No teníamos donde ir, el frio arreciaba y solo el rugido de la moto perturbaba el pesado silencio nocturno. Enfile hacia mi casa, ahí estaríamos seguros. Al llegar note la luz prendida, no recordaba haberla dejado así. Tome a Goldie por el brazo para sostenerla, abrí la puerta y vi a unos tipos adentro, solté a mi chica y me lancé sobre ellos, pero alguien me sorprendió con una zancadilla y al caer sentí un golpe en mi cabeza. Todo se apagó, solo sentí caer entre suaves nubes que me hacían rebotar.
— ¡Hey! ¡Ya despertó el héroe, hay que curarte la cruda! Que pedo carnal. ¿Cómo te sientes?
—Puta madre me duele la cabeza. ¿Qué paso anoche?
—No mames banda, que pinche viejorrón traías, te pasas. Nos invitas a chupar y luego te sacas a la verga todo cruzado. Y para acabarla vas a armar un pinche desmadre al Coronitas. Hasta regresaste con una pinche tortita que no mames. ¡No mames! ¡No mames! Cuando azotaste la morra no dijo: “Ya les traje a su cuate”. Que se sienta bien vergas y que dice: ¿Van a cerrar el hocico e invitarme una chela o ya pido un taxi?”. ¡Perro! ¡Esta Buenísima!
— ¿Qué, quién?
—Wey, La morra dice que estaba con su novio en un antro, el vato se paso de lanza y que lo deja ahí. Iba caminando y se le hizo fácil meterse al Coronitas y aceptarle una chela a un pendejo gordo que estaba chupando en la barra. En eso llegaste al Coronitas todo estúpido, pateando la puerta, y te quedaste ahí como pendejo mirando, así nomas, parado como vil pendejo.  El pedo es que el bato ya quería agandallar al biscocho nomás por la chelita que le invito y tú le hiciste el paro.
—Creo que madrié a unos weyes.
—Dice la morra que después de estar parado como pendejo, la oíste gritar y caminaste hacia donde ella se peleaba con el marrano que le invito la chela. Un pinche borracho que iba saliendo se tropezó y de iba a caer encima de ti, lo empujaste y se rompió el hocico en la pared, su cuate se te fue encima y se tropezó con las patas de su propio compa y también termino noqueado en el suelo. El vato que tenía agarrada a la morra se sacó de onda y la soltó, agarraste una chamarra de no sé dónde, se la pusiste a la vieja y se salieron. Ya afuera la chava te decía que chido, pero que ya se iba, y tu necio la jalabas y agüevo te la quería llevar, según ella, en eso su novio llego en una pinche motito pedorra, una motoneta de esas de 125 que todavía esta tirada allá afuera, la cosa es que wey empezó a armarle el pedo de nuevo a la morra, pero así gacho, mal plan, de querer madrearla, y te quedaste viendo, otra vez, como vil pendejo nomas viendo, como un puto zombi. Y cuando venía llegando la flota del morro lo descontaste con una botella, el chavo se cayó y quisiste levantar la moto pero no podías, el bizcochito te ayudo a levantarla, se subieron y no lograbas arrancarla, pero a los putazos arranco pero esos vatos por poco los alcanzan. El pedo es que ya llegando aquí la vieja te metió cargando, te nos quedaste viendo soltaste a la morra y te fuiste de hocico en el sillón y comenzaste a roncar.
— ¿Y Goldie que pedo?
— ¿Cuál Goldie?
— ¡Pues la morra!
—Se llama Gabriela. Se quedó un rato chupando con nosotros. Dice que eres “lindo” aunque medio terco y medio pendejo, que le dieron ternura tus loqueras. Jajajajajaja eres “tierno” pinche putito. ¿Quieres una chela pa´ la cruz?
—Si wey, pero que este bien muerta. ¿Qué pedo con la chava? Me siento bien pendejo.
—Ahí dejo su fon en un papel, le caíste bien, más que el paro con el vato del Coronitas te valió el botellazo que le diste al novio.
—Yo creo,
— ¡Hey! Pinche sonrisota putito.
— ¡Salud!
— ¡Salud!

FIN