jueves, 28 de marzo de 2019

ME VALE VERGA ESA FLACA

     No sabía que hacer, no encontraba la forma de lidiar con el maldito malestar, solo atiné a llegar a casa de mi amiga Olivia para ver si agarraba el cotorreo con su esposo, un buen compa al que le decíamos el callado. Una buena peda podría hacer que olvidara el dolor. Después de unos tragos agarro su guitarra, tocó relax un rato, pero empezó a ponerse denso, de repente ya no sabía si cantar aleluya o hare krishna, esa fue la primera patada en el cerebro que me abrió el camino, que me ayudó. Pensaba en eso cuando llegó otro compa, el profeta, como siempre, dos fuertes aromas lo precedían.

El profeta le pidió la guitarra al buen callado, la tomó y extendió su mano hacia a mí, dándome su churro.

-Te presto mi máquina del tiempo.

La tomé y absorbí su esencia. ¿Y para qué quería yo una máquina del tiempo? ¿Para evitar los momentos en que fuiste tan mierda? ¿O para caminar en un campo donde siempre hay fresas, comer algunas que me hagan alucinar y seguir mi camino hasta llegar a un lugar que me haga olvidarme, por lo menos un tiempo, de lo poco que me valoraste? Sería lindo olvidarme de ti por todo un verano de paz y amor, ponerme hasta la madre parado en el lodo, bajo la fría llovizna, mientras espero para irme a casa en helicóptero, mientras levanto la vista al cielo, y este me enseña lo que es la libertad, y un buen paisa me dice como sacrificar mi alma en una pira, y procedo a recitar el más sano de los mantras: “me vale verga esa flaca”.

Una puberta llamada Lucy, sobrina del callado, se quiso unir al cotorreo. Entró a la habitación comiéndose un sándwich de mermelada de mandarina, se sentó junto a mí y me observó con esa fabulosa mirada curiosa e inquisitiva, analítica, esa hermosa mirada que los seres humanos perdemos con la supuesta madurez. Me dijo que algo en mí ya no brillaba, y que debería brillar como diamantes del cielo. Me conto un choro muy denso sobre su amiga la Rosa, harías buena pareja con ella, me dijo, es capaz de dar tanta luz y tengo miedo que se apague porque nadie le da luz a ella. Rosa no es materialista, pero es tan divertida, que ya peda, le canta a dios pidiéndole que le compre un Mercedes Benz, y que no le dé nada a la bola de ojetes de sus malos amigos. Tan humilde que le pide a dios que haga su obra en ella, que le quite lo pendeja, le mande el verdadero amor y la haga mejor persona. Y quizás, si ella fue la que falló, te dirá que será feliz de admitir sus errores si la enseñas a mejorar para ti. Si te vas, ella será quien te pida que vuelvas. Te enseñará a ver lo hermoso que es el verano, lo bello de ese tiempo, que tu madre es bella, y que puedes abrir tus alas y volar a donde quieras.

Lucy dibujó un taxi sobre un papel periódico, en la placa apuntó un número, y antes de que Olivia la tomara por la oreja para llevarla a su cuarto me lo dio en la mano, búscala, me dijo. Quise tomar la máquina del tiempo del profeta mientras Lucy sonriente me guiñaba el ojo y Olivia se la llevaba. Era obvio que la máquina del tiempo, la Tardis de color verde se había ido con la chica del sándwich de mermelada de mandarina.

Me levanté y me despedí de la banda. Olivia me acompañó a la puerta, se paró junto a mí y puso sus manos sobre mis hombros.

— Algún día rescatarás a tu princesa de su dragón, y esta vez no será para alguien más.

Sonreí y me alejé. Me di cuenta de que, aunque algún día llegaría a conocer a la Rosa, a cualquier rosa, o a mi muy particular rosa, aún no podía ni quería hacer lo necesario para lograrlo. Aún no era justo para mí, tenía que seguir aquí, siendo un héroe alcohólico que quiere nadar como delfín, siempre evitando a los que me quieren convidar a tanta mierda, porque así soy de necio, y tú… tal vez nunca cambies, nunca tratarás de complacerme o de que el cielo cambie de color solo para mí, aunque solo a mí me gustes tal y como eres. Y creo que a nadie más, pues solo yo no quiero cambiarte para poderte amar.

¿O sí?

FIN


Dedicado al injusto amor de mi vida
Andrea López Sandoval
26/03/2019
Atte.
Gerardo Efraín Castañeda Castillo.

jueves, 26 de enero de 2017

El Tackle


EL TACKLE

¿Cómo le dices a tu hijo de seis años que tienes miedo? ¿Cómo le explicas cuanto te pesan las hombreras? Hubiera querido madurar, sentar cabeza diez o cinco años antes. Le podría hablar con la verdad, decirle que, probablemente, sea mi última temporada, explicarle que a los cuarenta es un milagro que me extendieran el contrato una temporada más. ¿Cómo le dices a tu hijo de 6 años, que su padre, de dos metros cinco y ciento veinte kilos está a punto de derrumbarse?
¿No sé cómo lidiar con las ganas de renunciar cada vez que el coach me manda a golpear?
¡Harvey! ¡Vas de ala cerrada!
— Soy guardia.
— ¡Me importa un puto carajo! ¡Hay que pegarle a ese linebacker que nos está haciendo mierda!
Vamos Harvey, pégale al linebacker, tú puedes, no importa que sea una segunda selección que podría ser tu hijo, y que pega como la maldita suegra de satanás.
Termina el partido, y para ti, no hay prensa, no hay flashes, no hay fanáticos. Al iniciar el partido el público nos mira a todos, se emocionan con el humo, la música, las porristas; el estadio gritando el nombre del equipo nos deja sordos. Al final solo miran al mariscal, al receptor, al corredor, o al esquinero que interceptó, o si perdemos, llenan de insultos al coach.
Logro arrastrarme solo y lento al vestidor. A veces la mueca se vuelve sonrisa, imagino que en la entrada del foso habrá un niño que me verá con ojos muy abiertos, no sé si de miedo o asombro, y me cambiará su helada coca cola por mi sucio y sudado jersey. El niño corre imaginando que es el jugador, el jugador arrastra los pies al vestidor.
Incluso el ruido empieza a cansarme, a molestarme, el olor del sudor, las toallas volando de aquí para allá, las bromas, bueno, a veces me hace sonreír una buena broma, pero... ¿Cuándo fue la última vez que hice una broma en el vestidor? ¿Cuándo fue la última vez que le di un toallazo a un compañero? ¿Por qué ya nadie me da toallazos?
Me ducho, con calma, me visto, con calma, aunque quisiera salir corriendo a mi casa, a mi esposa, a mi hijo. El dolor no me deja apurarme.
Estaciono el carro y bajo, lentamente. Mi hijo escuchó el ruido del carro, ya esta en la puerta, lo veo correr hacia a mí extendiendo los brazos.
— ¡Papi! ¡Jodiste a ese linebacker!
Lo miro con severidad, quisiera levantarlo por los aires y decirle: Si hijo, le partí su madre a ese maldito linebacker, lo jodí, aunque estuviera muerto de miedo y dolor, aunque tronaran cada uno de mis malditos huesos. Y lo hice por ti, porque eres lo único que me impide renunciar y mandar todo al demonio.
— ¿Qué fue lo que hablamos sobre las malas palabras, jovencito?
¿Cómo le hago para llorar hacia adentro cuando lo veo bajar apenado la mirada y decir?:
— Disculpe señor, no volverá a suceder.

 

viernes, 30 de diciembre de 2011

GOLDIE

(Por fin termine este cuento 20/07/2013)
Esa noche solo vestía una delgada playera, pero a pesar del frío mi paso a lo John Wayne seguía siendo firme. Mientras masticaba la bacha no sabía si el espulgado a conciencia de todas las varas y cocos era lo que me hacía no perder el paso, o si por el contrario, ese churro tan excelsamente espulgado y ponchado con la pericia de un torcedor habanero, hacía que caminara como un vil pendejo. Tal vez la calidad del material que se volvía humo en mi cabeza hacia que no notara como caminaba realmente. Fuera cual fuere el motivo, con mi real o alucinada seguridad seguí caminando.
Abrí las puertas batientes del Coronitas de una patada, no recordaba tener tanta elasticidad, la cosa es que las puertas por poco me golpean la cara. Goldie estaba ahí. ¿Goldie? ¿Quién madres le puso ese apodo? ¿Otra rubia como ella? Es obvio que es apodo.
El incidente con las puertas hizo reír a los imbéciles presentes, lo que me dio el tiempo necesario para escanear la situación y a mi damisela en apuros. Tenía puestas unas zapatillas color de rosa, con unos tacones tan altos y puntiagudos que fácilmente las podría usar para atravesar cualquier corazón. Unas pantorrillas macizas, fuertes, que no desentonaban con las monumentales piernas que sostenían al trastero más glorioso en la historia de la humanidad. Su cintura parecía desaparecer a los costados de ese monumental trasero, y donde la espalda comenzaba a perder su decente nombre; justo ahí, se abría su corto y entallado vestido de satín negro, dejando al descubierto su espalda y dos suaves y firmes brazos con los que intentaba librarse del gañan que la tenía cautiva, el cual intentaba tocar sus perfectos senos.
El lugar era estrecho, como un estrecho y mal oliente agujero de rata. Solo había poco más de metro y medio entre la sucia y apolillada barra y la pared llena de grafitis y escupitajos. Al terminar la barra había un espacio algo más grande donde el enorme y sucio gañan intentaba manosear a Goldie. ¡Dios! ¡Como odiaba ese apodo! Lo odiaba tanto como amaba su trasero y sus grandes y brillantes ojos de lapislázuli.
Las mesas y las sillas apenas dejaban espacio para pasar, del techo colgaban montones de cds con estúpidas calcomanías o mensajes escritos por los clientes y que apenas se leían por el excremento de mosca. También colgaban algunos peluches y en la pared había viejos posters de futbol. Parecía una peluquería de ancianos gay, pero el mohoso y sucio mobiliario, los olores agrio, orines y marihuana, te dejaba bien claro dónde estabas.
El primero de mis oponentes hizo su movimiento, muy predecible, incline mi cabeza para estrellar mi frente en su nariz, la que ya iba sangrando cuando estampe su cráneo en la pared; el segundo tomo una botella y dio una zancada hacia a mí, pateé un banco que estaba al lado de la barra hacia sus pies, la fuerza de su caída se complementó con la de mi pie en su sucia cara de rana, su gorra de rastafari salió volando a la altura de mi cara, la hubiera conservado de no haber estado tan mugrosa.
Ya estaba casi al final de la barra, tome una caguama medio llena para estrellarla en cabeza de Jabba the Hutt y librar a mi rubia beldad de su grotesco captor, no fue necesario, al sentir el golpe este simplemente la soltó. Tome a Goldie por la muñeca, dimos unos pasos atrás, tome la chamarra del tipo que con el que momentos antes había añadido más ADN a la pared, la puse sobre los desnudos hombros de Glodie pero sin perder de vista al imbécil que nos miraba con odio y la cabeza rota desde el fondo del bar. Goldie y yo salimos corriendo de ahí. El barman, todo el tiempo, no hizo más que secar vasos como si nada pasara.
Ya en la calle nos alejábamos rápidamente, Goldie apenas si podía avanzar por sus altos tacones, estaba cansada, su muñeca cada vez pesaba más y parecía que iba a soltarse de mi mano como si colgara de un precipicio, estaba tan cansada que su boca se movía sin emitir sonido alguno. En ese momento un motociclista que estaba varios metros delante de nosotros acelero con intención de echarnos su enorme maquina encima. Del suelo tome una botella y la lancé contra el conductor que se nos abalanzaba. Se rompió la mica del frente del casco y el tipo cayo, su moto derrapo varios metros quedando ante mí. Mientras trataba de levantar la pesada máquina, a los lejos vi a varios sujetos correr hacia nosotros, no tuve tiempo de comprobar quienes eran; solo atine a leer en los labios de la desfalleciente Goldie la palaba “arranca”, ni siquiera note como se había montado en la parte de atrás de la maciza moto. Era una maquina potente que al arrancar por poco nos tira, nos alejamos rápidamente de una multitud que parecía correr como el demonio.
No teníamos donde ir, el frio arreciaba y solo el rugido de la moto perturbaba el pesado silencio nocturno. Enfile hacia mi casa, ahí estaríamos seguros. Al llegar note la luz prendida, no recordaba haberla dejado así. Tome a Goldie por el brazo para sostenerla, abrí la puerta y vi a unos tipos adentro, solté a mi chica y me lancé sobre ellos, pero alguien me sorprendió con una zancadilla y al caer sentí un golpe en mi cabeza. Todo se apagó, solo sentí caer entre suaves nubes que me hacían rebotar.
— ¡Hey! ¡Ya despertó el héroe, hay que curarte la cruda! Que pedo carnal. ¿Cómo te sientes?
—Puta madre me duele la cabeza. ¿Qué paso anoche?
—No mames banda, que pinche viejorrón traías, te pasas. Nos invitas a chupar y luego te sacas a la verga todo cruzado. Y para acabarla vas a armar un pinche desmadre al Coronitas. Hasta regresaste con una pinche tortita que no mames. ¡No mames! ¡No mames! Cuando azotaste la morra no dijo: “Ya les traje a su cuate”. Que se sienta bien vergas y que dice: ¿Van a cerrar el hocico e invitarme una chela o ya pido un taxi?”. ¡Perro! ¡Esta Buenísima!
— ¿Qué, quién?
—Wey, La morra dice que estaba con su novio en un antro, el vato se paso de lanza y que lo deja ahí. Iba caminando y se le hizo fácil meterse al Coronitas y aceptarle una chela a un pendejo gordo que estaba chupando en la barra. En eso llegaste al Coronitas todo estúpido, pateando la puerta, y te quedaste ahí como pendejo mirando, así nomas, parado como vil pendejo.  El pedo es que el bato ya quería agandallar al biscocho nomás por la chelita que le invito y tú le hiciste el paro.
—Creo que madrié a unos weyes.
—Dice la morra que después de estar parado como pendejo, la oíste gritar y caminaste hacia donde ella se peleaba con el marrano que le invito la chela. Un pinche borracho que iba saliendo se tropezó y de iba a caer encima de ti, lo empujaste y se rompió el hocico en la pared, su cuate se te fue encima y se tropezó con las patas de su propio compa y también termino noqueado en el suelo. El vato que tenía agarrada a la morra se sacó de onda y la soltó, agarraste una chamarra de no sé dónde, se la pusiste a la vieja y se salieron. Ya afuera la chava te decía que chido, pero que ya se iba, y tu necio la jalabas y agüevo te la quería llevar, según ella, en eso su novio llego en una pinche motito pedorra, una motoneta de esas de 125 que todavía esta tirada allá afuera, la cosa es que wey empezó a armarle el pedo de nuevo a la morra, pero así gacho, mal plan, de querer madrearla, y te quedaste viendo, otra vez, como vil pendejo nomas viendo, como un puto zombi. Y cuando venía llegando la flota del morro lo descontaste con una botella, el chavo se cayó y quisiste levantar la moto pero no podías, el bizcochito te ayudo a levantarla, se subieron y no lograbas arrancarla, pero a los putazos arranco pero esos vatos por poco los alcanzan. El pedo es que ya llegando aquí la vieja te metió cargando, te nos quedaste viendo soltaste a la morra y te fuiste de hocico en el sillón y comenzaste a roncar.
— ¿Y Goldie que pedo?
— ¿Cuál Goldie?
— ¡Pues la morra!
—Se llama Gabriela. Se quedó un rato chupando con nosotros. Dice que eres “lindo” aunque medio terco y medio pendejo, que le dieron ternura tus loqueras. Jajajajajaja eres “tierno” pinche putito. ¿Quieres una chela pa´ la cruz?
—Si wey, pero que este bien muerta. ¿Qué pedo con la chava? Me siento bien pendejo.
—Ahí dejo su fon en un papel, le caíste bien, más que el paro con el vato del Coronitas te valió el botellazo que le diste al novio.
—Yo creo,
— ¡Hey! Pinche sonrisota putito.
— ¡Salud!
— ¡Salud!

FIN

miércoles, 15 de octubre de 2008

MÚSICA INMORAL

              ¡Chale, pinche frio! Y me falta un buen para llegar a mí chante. Esta de la chingada salir así, nomás, de putazo al pinche frío. Cuicos ojetes, llegan bien gandayas a clausurar nomas de sus tanates, se me hace que el patrón no se quiso mochar. Pero que webos de los tiras de sacarnos así, bien vale madres. ¡Como estuviéramos! ¡Va parejo! Los pinches borrachos, como están bien alcoholes les vale madre el frio. Pero las pobres viejas; se veían chistosas apretando los dientes, y es que neta la lycra no quita el frio ni a mentadas de madre, y menos en esos pinches vestiditos que parece que se los guardan en el monedero. Y luego la pinche placa pasada de chorizo; no les dieron chance ni de vestirse a las pobres viejas, cerdos ojetes.
Me caga tener que venir a pincel con este puto frio; ni modo que dejara a la Marlene irse así nomás. Pobre de mí jaina, valió madre que se hiciera un chingo de fichas, ni tiempo les dieron de cobrar. Ojala el varo que le di le haya alcanzado pal taxi, era todo lo que tenía. El pedo es que va a decir cuando llegue a su casa vestida así, ni su ropa pudo sacar. Que mal pedo.
¡Cabrón! Siento como si me cortaran las yemas de los dedos con navajas de rasurar. Por eso siempre me descaliento un rato dentro bar antes de largarme; esta cabrón salir al frio de madrazo después de tocar toda la noche. Lo bueno que ya mero llego a mi chante.
Chido, por fin llegue. Vamos pa’ dentro y a jetear.
Pinche ruco vale verga. No pudo ni pintar la puta puerta. Ni una pinche lijada para que no astille las manos. Ni modo, me tendré que dar mañana mi hornazo con thiner, si no la pinto se va a pudrir la madera.
Me duele todo el cuerpo, como si me hubieran trepado a la patrulla los cuicos pa’ darme mis macanazos. ¿Qué hago? Cabrón ¿Qué hago? Hasta el sueño se me va de ver mi chante así. Le quisiera parar bien chida su casa a mi jefa. ¿Pero con qué? ¡Y luego! ¿Cómo le hago con mi flaca? Por lo menos cambie la puerta, la otra ya parecía corcho.
Siento como si mi casita se nos fuera a caer, como si los clavos fueran más guangos e irreales que las putas ilusiones. Quisiera que las tablas fueran tabiques, que los hules fueran puertas, que mi jefa tuviera un güey que la ayudara, que sirviera de algo. Pinche ruco bueno pa’ nada.
¡Puta madre! Ahí está ese güey, como tiene la conciencia peor que la mía no duerme el viejo ojete. Ojalá no venga a joder. Su pinche tufo a maicena y siete machos lo anuncia desde lejos. Y luego este pinche sillón que ya huele a podrido, está más deforme de la nariz de ese cabrón. Aquí no se descansa ni madres, pero ni así me puedo parar, estoy muy madreado.
Neta lo mando a la verga si me dice:
- ¿Ya llegaste de tocar con tus pinches amigos marihuanos? Búscate un trabajo vago inútil.
¡Lo hizo! Perro mamador.
- ¡Güey! Toco en un bar. ¡Trabajo! No como tú, pinche vato mantenido.
¿Bar? Solo el patrón y yo le decimos bar a esa madre. Pinche receta de brujas. Échese en un cazo pa’ carnitas unos pelos de sobaco rancio, madera podrida, desinfectante de sanatorio, miados de borracho, vómito, y un leve toque de perfume de cincuenta varos. Todo eso sazonado lentamente con el fuego del infierno, neta que si lo meto en una botellita y lo vendo me hago millonario. “Las glorias de La Minerva número cinco”. ¿Qué pedo? Ya me malviaje.
Ese olor no se me va a olvidar en toda mi perra vida. Y luego tanto pinche humo de cigarro cuando va yo ni fumo.
- ¿Felpas, ya puso el patrón máquina de niebla?
- ¡Mamador! Mejor tócale que el patrón se pone roñoso. Y güey, dice tu jaina que le toques ya sabes cuál.
- ¿Felpas, se las sirves rebajadas a la flaca, de bandas?
- No hay pedo, sus clientes están bien briagos. Sirve que les meto unas de más en su cuenta y chupamos nosotros también. Tu aguanta.
- Pues como vas.
Chale, pinches gordas, se ven de la verga con sus vestiditos de lycra que se les trepan a media nalga. Pero eso si, como la goza la banda. ¡Nereidas de a cartoncito de cheve! ¡Baaaaaaaailamela suavecita! Mira si nena gózame…
¡Cómo va! Veinte varos por rola pal conjunto, cinco varos pa’ la dama por baile… Y ahora si mi maistro. ¡Agasájese ese a bulto de naranjas chinas que la morra trae en vez culo! El albañil de cincuenta kilos con la fichera de noventa; me acuerdo de una película pacheca del Mickey mouse. Estaba bien morrito cuando el difunto me llevo a verla al cine, casi ni me acuerdo, pero creo que un lagarto bailaba con una hipopótama.
Mi Marlene es la única que se varil vestida así. Neta ya no quiero verla fichando. ¿Pero qué hago? Cabrón ¿Qué hago? Neta no quiero dejar a mi jefa sola con este ojete. Se me hace que no la madrea porque sabe que si toca a le parto su madre al güey.
¿Y si me traigo a la flaca? Chale, a duras penas cabemos aquí los tres. ¿Y su morrito? No pues ya salió pior.
¿Neta no se darán color en su casa de que la rola mi jaina? Pinche familita. Empezando por el gañote de mi cuñado. Llega bien culón al bar a gorrear chelas con su pinche carita de invitan o voy de chiva con mi jefa. Otra que vale verga la pinche vieja gorrona y quejumbrosa.
- Ay joven, imagínese usted, yo enferma, – puta vieja larga, sí parece toro – las medicinas salen muy caras, y luego el bebé que necesita tantas cosas. ¿En qué trabaja usted joven?
Pobre de mí flaca, se le abrieron los ojos como si la saliva se le hubiera vuelto una piedra bien concha.
- Toco en fiestas con un conjunto señora – Me le quedo viendo a mi vieja como diciéndole: no aprietes.
- Si mamá, lo conocí en unos quince años.
Mi suegro es banda. Ni se mete, y si habla siempre es en buen pedo.
- Muchacho ¿Sabes hacer de comer? Porque esta mujer, el día que quiso hacer arroz apesto a ajo toda la casa.
Y pensé: Uta… ni pedo, tragare como japonés.
¡Madres! Maicena y siete machos. Me cortas el viaje perro. No hay pedo, ven, que no estoy pa’ soportarte.
- Hey tu, vago, vino a buscarte la niña esa bonita, la que se viste como en velorio, la del cochecito gris.
En buen pedo Chuchito, neta que te lo pido con fe, no dejes que este vato me encuentre, si me encuentra le parto su madre y nomas voy inquietar a mi pobre jefa.
¡Güey!… neta, la Morgana. Chale, si me pasaría ir a tocar con ellos al Df. Pero… ¿La chamba? ¿Mi jefa? ¿La flaca? También la banda de las tocadas ya me castra. Se dicen de gente de mente abierta, progresistas, tolerantes, luchadores sociales, anarquistas como todo punk, pero me tiran mierda en las tocadas porque toco cumbias en una cantina. ¡Cabrón, tengo que tragar, tengo que ayudar a mi jefa!
- Esa muchacha que se ve de buena familia. ¿Qué le ve a un pinche vago como tú?
- Es mi alumna perro, le enseño a tocar la guitarra. Y ya bájale de webos que aquí también doy varo.
Chido, ya se va, a ver si mañana no caga el palo con mi jefa. Hoy no tuvo muchas ganas de chingar, gracias chuchito. Mejor me clavo a mi cuarto.
Pinche hule feo, si me traigo a la Marlene lo cambio por una puerta de triplay, aunque no sea maciza pero que tape. ¿Lo qué no sé es cómo vamos a tapar el ruido de la cogedera?
Tengo más cansancio que sueño. Mi cerebro anda en quinta con tantos pedos, y mi cuerpo anda en segunda por la madriza. ¿Qué hago? Lo bueno que los cuicos no me bajaron mi discman. ¿Qué hago? Cabrón ¿Qué hago?
Puedes tomar un avión,
nave espacial o camión.
Puedes ver mucha televisión
para escaparte de aquí
mas por muy lejos que tu vallas,
nunca podrás escapar de ti
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz(Fragmento de la canción
“Puedes”, de Rockdrigo
Gonzales)